Resumen de una bitácora, con la
superación de sustos por un temporal e inesperadas fallas del motor.
Estoy
recuperando mi cuerpo, dolorido tras varios días de una desacostumbrada
navegación. Luego de recorrer unos 450 kilómetros sobre agua y de tocar tres
puertos en el comienzo de su larga travesía hasta Ushuaia, el velero “La
Sanmartiniana” por fin arribó a Mar del Plata, conmigo y otros catorce a su
bordo. Felices y un poquito sufrientes, como corresponde a toda aventura.
Es
que para ponerlo a prueba, igual que a su tripulación, en estos primeros días debió
soportar los embates del canal de Río Santiago en La Plata, el fuerte clima del
comienzo veraniego y hasta un repentino y violento temporal que sirvió para
demostrar las aptitudes de los más veteranos y templar a los novatos.
En mi caso, regresé desde Mar del Plata
para reingresar en futuras etapas, con el cuerpo adolorido desde todas las
articulaciones hasta las puntas de mis uñas. Recién al cabo de dos días mi
organismo de 82 años consiguió recuperarse. Es para darle algo de razón a esos
que me dirán: “Eso te pasa por hacerte el pibe”.
Yo
no lo conocía a Julio César Urién hasta hace unos dos meses. Luego conversamos
una hora en un café del barrio de Almagro
y me explicó su intención de promover—especialmente entre los jóvenes—la
práctica de la náutica y el conocimiento de las riquezas acuíferas argentinas. Coincidente con esto, cuando me informó sobre
la posibilidad de realizar un crucero hasta Ushuaia para promocionar estas
intenciones, le pedí participar y así me incorporé con su grupo. Pensando en su
proyecto y viendo la primera etapa de su desarrollo, puedo decir que a veces un
soñador también puede ser un buen planificador.
La primera etapa de mi aventura fue viajar
en tren desde Constitución. Increíble,
repaso, en veinte años no he viajado hasta La Plata en este tren, aunque sí lo
hice en auto u ómnibus. Después de
tantas críticas sobre el Roca me sorprendo cuando compruebo con ayuda de mi
reloj que en tramos alcanza velocidad
superior a los cien kilómetros horarios. La capital platense me
sorprende con sus señoriales edificios y calles arboladas. Un colectivo de
bruscos arrancones me lleva hasta el antiguo puerto petrolero de Berisso, en
cuyo extremo hay varios astilleros y clubes náuticos. En uno de ellos está
amarrada “La Sanmartiniana”.
El Club Náutico Berisso (poco conocido y con
excelentes instalaciones), posee un extenso muro con vereda-amarradero de hormigón y enchufes para amoladoras y aún
soldadoras eléctricas que sorprenden con
sus relámpagos azulados..
Pasan por el canal remeros y remeras con
kayaks y nos saludan. Sábalos asoman sus bocas para respirar en el agua
aceitosa. Cinco tortugas grises de río dormitan sobre el tronco caído de un
árbol seco. Varios pájaros Martín Pescador se zambullen y surgen con peces
plateados atravesados en sus picos y se posan en árboles, donde los sacuden y
golpean antes de tragarlos.
Hay mosquitos a bordo y no pensamos en
repelentes. Los carpinteros siguen trabajando toda la noche para terminar la
carroza que protegerá a la cabina y la timonera. Cargamos el indispensable agua
potable en los tanques y se compran víveres para cuatro días y catorce
comilones. Pero se descubre: “Faltó el pan” y tampoco se consiguieron galletas
marineras, como se acostumbraba antes. A la carrera se logra obtener este
indispensable alimento. Por la noche se hace una reunión previa en la
cámara-comedor. Revisión de las cartas H de navegación, señalándose algunas zonas
críticas (El Rincón cerca de Monte Hermoso), y los complicados accesos a Bahía
Blanca.
Urién explica que hay doce cuchetas y como
probablemente seremos dieciséis, durante la rotación por las guardias de cuatro
horas se utilizará el sistema de “cama caliente”, como en los submarinos de la
Segunda Guerra mundial. Se explica el funcionamiento de los equipos de
emergencia, como las cuatro bombas de achique y los dos sanitarios, así como la
necesidad de racionar estrictamente el agua potable en la higiene y cocina. Se
rellenan con agua potable de canillas unas treinta botellas vacías de gaseosas
de litro y medio.
A las seis de la mañana, aún oscuro, todos ya están levantados y
realizando las maniobras previas a la zarpada. Se calcula que la pleamar se dará alrededor de
las 7, pero cuando se intenta zarpar, se comprueba que el casco está clavado en
el fondo lodoso. Urién ordena que todos
se desplacen balanceándose de una banda a la otra, pero no es suficiente.
Encima, la hélice también está trabada por el barro y no se puede utilizar el
motor. Entonces, se corre la botavara para que quede sobre el agua lateralmente
y dos o tres tripulantes se cuelgan peligrosamente sobre un extremo, para que
la quilla se levante un poco, despegándose.
A las 7,25 se consigue zafar y comienza la navegación.
El día amanece espléndido, con leve viento
del Norte y cielo sin nubes. Vamos siguiendo los canales al lado de la isla
Paulino y viendo las grandes instalaciones del puerto y el astillero, más el
apostadero naval. A las 8,50 pasamos frente a la sede de la Prefectura y damos
aviso de la zarpada, con los datos del barco, la tripulación, velocidad
estimada y rumbo previsto. Una lancha blanca GC 73 de la Prefectura nos
acompaña hasta la salida.
Y ahora nos sacude el oleaje que conocen
los marinos locales como típico del Canal platense. Vanesa, como buena geóloga
amante de la tierra, es la primera en marearse.
Al cruzar el segundo espeque (alternativa de una boya) designado como
8,800 viramos para tomar el rumbo 130°, el Este NE. A las 9,12 la Prefectura pide confirmar los
datos, más el color de vela y velocidad estimada con motor o sin él.
A las 9,20 se toma el
rumbo 110, se detiene el motor (que recalienta un poco) y se alza la vela
Genoa, prosiguiendo sólo con velas. El promedio es de unos seis nudos (10,8
kilómetros por hora). A las 10 de la mañana se repara el riel donde corre el
carro del escotero, que tensa y regula la vela mayor. Se arma la botavara del
palo de mesana (posterior).
El veterano Oscar de San Nicolás prepara
“pororó” que algunos endulzan con la sabrosa miel que produce en sus propios panales.
Enrique da una clase de uso de cartas de
navegación. Se cuentan relatos de tormentas y anécdotas.
Cacho organiza una
reunión de la tripulación para organizar el ordenamiento interior, con los
bolsos personales y salvavidas, botas y demás. Se organizan las velas ,
alistándolas para su más rápido uso. También se dan instrucciones para los
hombres que permanecerán en cubierta durante mal tiempo, así como los arneses y
líneas de vida a las que se deben asegurar. Las tareas de emergencia si cae un
hombre al agua, las bengalas y operaciones de noche (que siempre haya dos
hombres viéndose entre sí) y el uso restringido de los baños, con sus válvulas
y esclusas (con sus riesgos). Se aconseja a los hombres orinar por la borda a
sotavento.
12,40 disminuye el viento que sigue desde
popa. Me toca timonear y me resulta difícil mantener el rumbo, cosa que ocurre
por el viento de popa y por eso se enciende el motor (hora 18,15) para tener
más manejo. Se explica cómo “sentir” el movimiento de las olas para anticipar
los movimientos de la rueda del timón (que es muy distinto para quién, como yo,
está acostumbrado a timonear con caña o vara
de timón). Hay que tratar de no concentrarse demasiado en el rumbo
indicado por el compás si no tratar de observar alguna referencia en el
horizonte o en la costa. Y cuando se tiene viento de popa hay
que aprender a “barrenar” o surfear al subir
una ola y deslizarse para volver a retomar el rumbo cambiado levemente. No es
fácil, pero algunos, como mi tocayo Oscar, lo hacen instintivamente.
19,30 En el horizonte se ve Punta Piedras,
a unos 27 kilómetros, que antiguamente era la boca del Río de la Plata. Se toma
el rumbo 145. Gracias el viento de popa se arman las “orejas de burro” con
ambas velas a cada lateral. Siguen las rondas de mate.
Se explica el uso del
sextante, que requiere de tres estrellas en el crepúsculo para tomar la línea
del horizonte. El eco sonda indica 1,80 metros de profundidad. Ahora
atravesaremos la bahía de Samborombón, donde la costa se aleja y que tiene mala
fama, además de disminuir la profundidad por los arenales del Tuyú. Algunos
exageran diciendo que es el Triángulo de las Bermudas argentino.
Preguntan a Oscar F.R.
(yo) sobre la tormenta que en enero de 1988 interrumpió la regata a Ushuaia,
causando la pérdida de tres barcos y la desaparición total de una de sus
tripulaciones, que eran expertos prácticos del Río de la Plata. El único barco que llegó a Mar del Plata fue
el “Silencio” de Ricardo Trama, dueño
del astillero Plenamar. Oscar se entera de su muerte reciente en su estancia de
Salta, debido a un asalto.
Aprovecho para dormitar, antes de mi turno
de 0 a 4 de la mañana. Me acuna el chaf-chaf bajo el casco y un suave vaivén.
Al amanecer se ve el faro San Antonio, que
según el nuevo tratado del Río de la Plata es su boca geográfica. Ahora estamos en el Atlántico.
7,45
se aprecia en el horizonte la línea de edificios de San Clemente y una
especie de islote arbolado que corresponde al faro San Antonio.
9,00: frustrado intento de reparar una
driza rota empalmando un cable de acero con un cabo roto por dentro del tubo de
la botavara.
9,30: se vuelve a izar la vela mayor.
11,30: marcha tranquila a vela, promedio
cinco a seis nudos. Al través de Santa Teresita. El mar toma un color verde muy
definido y su espuma ya es blanca transparente. Las ondas del mar son largas y
profundas. El fragor del avance se nota
en la proa cada veinte segundos y cada tanto rompe y salpica. Buen estreno de
la nueva carroza hecha para la bañera.
Las olas aisladas con sus crestas blancas semejan delfines saltando
armónicamente.
13,15 una variante repentina del viento
hace trabuchar la botavara violentamente. Y las velas quedan acuarteladas
críticamente. Con un golpe de timón se las vuelve a recuperar.
Almuerzo con guiso de zapallo y fideos.
Uno de los tripulantes lanza por popa un
señuelo para pescar, pero los peces lo ignoran y, en cambio, las gaviotas se lanzan en picada
para intentar capturarlo. Por babor aparecen dos barcos pesqueros en nuestro
mismo rumbo y hay que prever pasarlos dejando respeto.
Se habla sobre fenómenos meteorológicos y
marinos , como los Fuegos de San Telmo (confundidos por Ovnis) o la Anomalía
del Atlántico Sur, que durante años llamó la atención por sus resplandores en
el horizonte frente a Chubut. También se conversa sobre distintos temas
patagónicos, como los guanacos que son plaga en la Península de Valdés, las
grandes mareas y los proyectos mareomotrices, las tribus mapuches y temas
afines.
Llamado de Prefectura requiriendo que a las
20 la llamemos a Línea Nueva Sierra para informar sobre nuestra marcha..
19,00 : hermosa puesta de sol sobre Villa
Gesell, cuyas luces pespuntean el horizonte.
Se toma rumbo 210 directo a Mar del Plata.
Calma el viento y también el oleaje.
Pronostican rachas repentinas de hasta 25 nudos (55 Km/h) pero todo se ve muy tranquilo. Quizá
demasiado (¿será la calma que antecede a la tempestad?).