lunes, 3 de noviembre de 2014

DE LA CALMA CHICHA A UN TEMPORAL QUE ASUSTA

    Reunión en la cámara de los oficiales para revisar las más de cincuenta cartas de navegación H que cubrirán la ruta hasta Tierra del Fuego.
    Cena con lentejas y chorizos colorados.
    Hay teléfonos celulares descargados que no se pueden recargar porque el motor está parado.
    Se comenta que ahora, por los modernos GPS, las indicaciones de latitud y Longitud se dan en grados, minutos y milésimas de segundos.
    La marcha es tan lenta y aburrida que la guardia del turno o a 4 horas de cuatro tripulantes se reduce a dos y se nos envía a dos a dormitar.
    A las 2,25 me despierta un ruido de fuertes golpes en cubierta, corridas y gritos.  Me asomo y escucho al timonel gritar que se levantó un viento cálido de frente, y que algo que parecen gruesas gotas de lluvia golpetea en las velas. Pero no son de agua sino de insectos como alguaciles, tábanos y hasta escarabajos voladores. También algunas hojas y algo de polvo. Es un Pampero. Era cierto eso de “Norte duro, pampero seguro”.
    Nos colocamos los arneses y disponemos a mano los chalecos salvavidas.
    Hay que cambiar urgente la disposición de las velas, para enfrentar al viento y navegar en zigzag (en ceñida). Lo que era una pacífica travesía  se transforma en fuertes cabeceos y notables rolidos, que desparraman los platos y cacerolas que no se lavaron tras la cena.
    La combinación de nervios, violentos e inesperados movimientos más la fuerte salsa de la cena, deriva en una sucesión de vómitos y mareos que anulan a muchos de los tripulantes.
    Para colmo, y como dicen que una desgracia atrae a otra, como se advierte que el viento ha cambiado al Este  y empuja al barco contra la costa, se intenta arrancar el motor para ayudar a zafar del problema. Pero se comprueba que el motor se calienta peligrosamente y debe ser apagado. A la luz de las linternas se quita su cubierta y se inicia  una revisión, comprobándose que hubo un error en el alistamiento previo de la bomba de agua.  Aquí se había cambiado el rotor porque el cuerpo de las paletas se había zafado del buje, pero por equivocación se volvió a poner la pieza fallada, ya que su apariencia la hacía parecer nueva. En medio de las sacudidas y a la pobre luz de las linternas, se consigue volver a cambiar el rotor por uno en buena condición y el motor vuelve a funcionar. Era el momento adecuado.
    El barco vuelve a retomar un rumbo conveniente, aunque prosiguiendo en medio del temporal. Los vómitos invaden con su olor todos los rincones, especialmente los inodoros y sus piletas. Pasarán horas

 antes que se pueda limpiar tanto desastre.


    8,00 Los movimientos del barco son más profundos y armónicos, y el sol promete una mañana más grata. Se encara el rumbo 185 y se suelta un rizo en la vela mayor.
Urién comenta: “Teníamos que probar el barco y la gente en el mar; el resultado fue bueno”.
Cruzamos la albufera de la Mar Chiquita y en la línea del horizonte se advierten los edificios de Mar del Plata.
    La navegación ideal: viento suave del través, oleaje suave ( rango 1 en  la escala Beaufort), y sol pleno.
    Se anuncia: “Mar del Plata a proa”.

    12,05: entrada al puerto, orillando una draga sobre la que alertó la Prefectura.
    12,25 : se abarloa al lado de un barco de la Armada, su jefe saluda a Urién y nos ofrecen alojamiento y necesarias duchas, luego de tres días de higiene escasa y abundantes vómitos. 
    Yo regreso urgente a Buenos Aires para cumplir con unos trámites pendientes. Espero reincorporarme en futuras etapas, si mi viaje a Salta para fin de año me permite coincidir con el programa del viaje por puertos australes. 

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